Plantéate pequeñas metas. No importa cuán mínima sea, cumplir una meta siempre nos brinda una profunda satisfacción.
Escribe aun cuando no sepas qué decir. Deja libre tu mente, juega con el sinsentido. Lo que cuenta es establecer el hábito de trabajar con la palabra escrita.
La historia que tienes en tu cabeza necesita tiempo para traducirse en la página. No te frustres si no lo consigues a la primera. Si abandonas una historia por falta de paciencia, hay muchas probabilidades de que abandones también la siguiente.
El talento para escribir es consecuencia directa de la práctica. Quítate la presión de escribir la novela perfecta. Hasta que no vendas tu primer libro, considérate una practicante y permítete cometer todos los errores.
Diviértete. Si no disfrutas de todo el proceso de escritura, el esfuerzo te vencerá una y otra vez. Observa a los niños a tu alrededor. Fíjate cómo pueden concentrarse por horas en sus juegos. Vuelve a sentirte niña. Escribir es jugar.